jueves, 5 de julio de 2007

historia de un atropello

Me encontraba yo un sábado a las tres de la tarde en el camino de Ronda después de salir de una reunión de gente que improvisa, buscando un taxi o cualquier otro vehículo motorizado para subir al Albaicín, bajo un sol que caía a plomo y con un hambre que había horadado en mi estómago un agujero más grande que la cabeza de Don Pimpón. Me acompañaban en tan ingrata tarea el mejorrrr del equipo lila, o sea Javier y el mejorrrr del equipo naranja, o sea Rojo. La reunión, como de costumbre, había dejado nuestros cerebros un poco reblandecidos y no supimos ver lo que se nos venía encima. Lo que se nos venía encima no era sino un vehículo motorizado que sin venir a cuento y sin saber de donde había salido el desgraciado, se cambió de carril en el último momento y se dirigió directamente y a toda velocidad a donde nos encontrábamos nosotros. Yo pensé "la típica gracia de alguien que te conoce y hace como que te atropella". Pues no porque no paraba. Así que en centésimas de segundo, Super Rojo se fue a la cabina de teléfonos más cercana, se puso el traje de super héroe, volvió al lugar donde estaba antes y para evitar que muriera atropellada en una tarde de sol infernal bajo las ruedas de un coche, me dio un tremendo empujón que terminó con mis huesos por el asfalto y los de Super Rojo, desafiando a la bestia, delante del vehículo que acababa de frenar, quedándose a dos milímetros escasos de las piernas de mi héroe, como la boca de Jesús Vázquez de la boca de su amante. Del león rugiente bajó un elemento que no sabía ni como se llamaba, pidió disculpas de aquella manera, justificando su temeraria conducción con la excusa de que había visto un sitio para aparcar y se fue por donde había venido. Ayudada por mi hermano y Super Rojo levanté lo que quedaba de mi cuerpo del suelo, que en la caída se había quedado con algunos trocitos de mi piel. El trauma me duró hasta que probé la comida del cocinero de tu vida de cuesta Marañas, sin embargo mis brazos y piernas estuvieron varios días llenos de moratones y heridillas, tampoco muy escandalosos. Sin embargo desde entonces le debo un favor a mi héroe, pues aunque le di un beso a la línea continua, peor hubiera sido que mis rodillas terminaran incrustadas en el radiador de semejante individuo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajjajajja...me encanta...creía que no la ibas a escribir...fue un placer salvarte y gracias por no contar la mancha marrón que apareció en mi pantalón y que realmente el coche se quedó a dos metros. Tú si que eres una superheroe luchando contra hacienda..animo para estos días y el sábado ya nos vemos y nos contamos!!! mua

Neikos dijo...

para evitar que muriera atropellada en una tarde de sol infernal

Miedo a una muerte ridícula: Lo malo de morir bajo soles infernales es que luego uno se descompone muy rápido. Vaya, un desatino. Como el jamón de york, que no dura ni cuatro días en la nevera. Pero no como el Papa (el anterior) que mira lo que aguantaba el jodío. Normal que ahora salve a pilotos de Fórmula 1.

Ning1 dijo...

Super rojo es ese superheroe que va con una maleta gigante por las calles de Granada ¿no?

Neikos dijo...

Me acabo de dar cuenta de que con la remodelación, os cepillasteis lo del bichito que habita dentro de tí... con lo bonito que eso era...

susana dijo...

yo también me habia percatado, pero no quería ser una metomentodo... por cierto, para cuando la cabecera chilu piruli de la Vero??

elena dijo...

el bichito vuelve a estar dentro de todos nosotros. con tanta reforma y mudanza nos lo habíamos dejado metido dentro de una caja. menos mal que aun respira.

la pobre verito ha pasado un virus, este sí supermaligno, que la ha dejado privá durante varios días, así que la cabecera puede esperar...