martes, 30 de junio de 2009

me gustaría ser negra

People gathered outside the Apollo Theater in Harlem to celebrate Mr. Jackson's life.
Photo: Rob Bennett for The New York Times


Jacko quería ser blanco y era un negrazo como la copa de un pino. A mí ahora me gustaría ser negra y bailar a las puertas del Teatro Apollo de Harlem para "festejar" la muerte del cantante como una celebración de su vida y sobre todo de su obra. Michael era la máquina excéntrica pero por encima de todo eso fue un negro que puso todo su talento en la cima del mundo blanco. Como decía Elvira Lindo el otro día, la muerte de Jackson ha servido para que la comunidad negra, en especial la su país, le perdonara en un santiamén todos sus excesos en pro de eliminar cualquier vestigio de su raza en su aspecto: los aclaramientos de piel, las cirugías monstruosas en su cara, los cuchifritos en su hermoso pelo rizado, y se echara a la calle para festejar como sólo ellos saben hacerlo, los mejores momentos de su vida y disfrutar, en comunión con todos los presentes, del legado del artista... Lo que le va a hacer inmortal.

Michael Jackson era negro. El mono Bables se lo tenía que haber dicho al oído alguna tarde frente al televisor, al igual que hizo P. Tinto con su hijo adoptado Panchito José frente a una bucólica puesta de sol...

"Panchito hijo, tú eres negro, pero no tienes que avergonzarte. Negros eran los hombres de Cromañón, los egipcios, los indios, los pueblos de Arabia, negros los cántabros de tez morena que tanto lucharon por su independencia, los sirios, los persas, Antonio Machín, los vikingos del norte."

Una persona que necesita 5 millones de lerus de presupuesto al año para sus "gastos personales", en los que no se incluye la vivienda, parece que no está muy bien de la almendra. Peor aún, un músico que ha vendido 750 millones de discos en todo el mundo, que tiene el record mundial de copias vendidas con uno de ellos y que está arruinado hasta las cejas no está muy bien. Pero quien somos nosotros para juzgarle... El solito se creó su imperio y lo destrozó.

Jacko no parecía de este mundo, el personaje perfecto para cualquier humorista del absurdo. Sin embargo era de carne y hueso. Aunque su mejor amigo fuera un mono; aunque viviera muchos años en un parque de atracciones; que tiene dos hijos que se llaman igual. A mí siempre me llamó la atención que casi nunca mostrara el tronco o los brazos desnudos, no digamos ya las piernas. Yo llegué a pensar que debajo de los trajes de corte ciber-militar aderezados con miles de correas habría cables y baterías para hacerlo funcionar.

A Michael Jackson nos lo descubrió mi madre cantando con Paul McCartney "This girl is mine" (cuando todavía no era ciborg) y la tele hizo el resto. Como consumidoras bulímicas de horas y horas de la cadena MTV en los años ochenta, Marisleysis y yo nos tragamos todo Michael Jackson revolucionando la cultura del videoclip. Flipábamos con esos temazos bailando frente al televisor e intentando de todas las maneras posibles imitar las coreografías perfectas. Luego perdió el pelo rizado, se fue tapando más partes del cuerpo y por obra y gracia de una antena parabólica abandonada, le perdimos la pista.

Nos queda su música que es lo que nunca morirá. Esa manera suya de mezclar funk, soul, rock y dance que consigue con cualquiera de sus temazos un ritmo electrizante que te sube desde las plantas de los pies hasta el último pelo de la cabeza; esa forma de transformar baladas asquerosamente rosas en una iluminadora coral operística vestida de gospel como en "Earth Song"; esos aires de matón que se daba en "Bad"; los de eterno ligón en "The way you make me feel"; el gritito característico en casi todas sus canciones. Esta muerte se convierte en un renacimiento o resurrección en toda regla a la vista de las reacciones en todo el mundo y del vertiginoso aumento de las ventas de todos sus álbumes. Ahora volvemos a escuchar sus discos, vemos sus vídeos comprobando que está más vivos que nunca y que lo que ha creado a lo largo de su vida profesional es el mejor regalo que nos ha podido dejar.

jueves, 4 de junio de 2009



viaje por paises pequeños
la buena vida o la buena vida